Eran dos grandes amigos, un niño y un colibrí.
Dialogando entre los dos el niño le hablaba así,
Amiguito colibrí, enséñame a volar,
Tú que eres libre de volar de flor en flor
y te alimentas con el néctar de la vida y el amor.
Yo también quiero ser, tan libre como tú,
Recorrer el universo volando de sol en sol
y alimentarme con su luz.
Y su amiguito colibrí, le enseño a volar,
le dijo cierra los ojos y abre tu corazón,
vamos a ingresar a un mundo en lo profundo del ser,
al lugar donde nacimos y al cual debemos volver.
Por una cámara oculta, dentro de su corazón,
entraron por una puerta, cuya llave es el amor,
Volaron por un sendero, lleno de luz y color
llegaron a un paraíso, dentro su mundo interior.
Le dijo: Los paraísos que hay en el reino interior
Son creados por los niños en su inocente quehacer.
Los deseos de los niños son semillas de universos,
Que los Ángeles recogen en esferas de cristal.
Y comprobó que sus deseos, se habían hecho realidad,
estaba allí, la bella isla en medio del mar, tal como la imagino,
con elevadas montañas. Con oro y piedras preciosas
con cataratas de luz, con arco iris de paz, y aires de libertad.
Playas con arena blanca y aguas muy transparentes.
Delfines de piel dorada, jugando en el amplio mar,
verdes selvas tropicales, y aves de bellos plumajes,
y también estaba allí, revoloteando feliz, su amiguito colibrí.
Se acercó para decirle. este es tu jardín, es tu verdadero edén,
Y es aquí donde Dios te puso en tu propio paraíso
De aquí salisteis a explorar, el vasto mundo exterior,
Para algún día volver a tu hogar, aquí en tu reino interior.
POSEÍA UNIVERSAL, «EL RETORNO DE LOS HIJOS DEL SOL»
referencias bibliográficas,
MARIO VALERIANO MENDOZA QUISPE
(grupo Rama)