En la tierra, la fuerza creadora y el amor puro del Profundo Amor del Universo (Dios) están representados por la mujer.
En ella, él ha confiado la sagrada labor de llevar en su vientre los cuerpos que ocuparán las almas en su paso por este planeta.
En ella, él ha entregado la tarea de alimentar sus mentes, cuerpos y espíritus durante los primeros años de vida. No existe amor más grande que entregar la vida por otros, y toda madre está dispuesta a hacerlo sin siquiera pensarlo.
La mujer está dotada de una capacidad de infinito amor que trasciende el nivel físico de esta Tierra.
Más allá de las estrellas, es Dios nuestra verdadera madre universal.
Por las tareas que Dios les confió, toda mujer debe ser un ejemplo en cada acto de su vida de las virtudes más profundas y puras; de no ser así, desperdiciará su vida. Toda mujer debe ver en los demás al hijo o hija que llevó o llevara algún día en su vientre, aun para aquellas que no tienen o no tendrán hijos, su capacidad de amor maternal se encuentra latente.
Solo viviendo ese amor desinteresado hacia la humanidad entera, sin discriminación alguna, el mundo podrá cambiar, renacerá la paz, la armonía y la pureza; la felicidad se encontrará al alcance de todos los seres.
La mujer es el símbolo sublime de la madre cósmica.
El hombre debe reverenciarla como tal, respetándola y amándola como el ser sublime que es.
Si así lo hace, su ejemplo se multiplicará y formará parte de la conciencia colectiva que por fin despertará hacia una nueva y gloriosa humanidad.
CON AMOR DIVINO, OXALC